viernes, 8 de mayo de 2009

El principio del fin

Las descargas ilegales están en la mira. Los derechos de autor se ven vulnerados por la violación de la propiedad intelectual, pero sobre todo los afectados son los grandes capitalistas que invierten dinero para producir y distribuir nuevos artículos culturales. La discusión si son más de lo mismo o si se da lugar a lo diferente es otra.

Hay acuerdo en que todo trabajo merece una compensación económica acorde al esfuerzo realizado, teniendo en cuenta que este último es muy difícil de cuantificar, se remunera en función del consumo social que se realiza de cada obra. El beneficio de la duda queda en cuál es el porcentaje que corresponde a cada parte. ¿Y si algunos autores no quieren distribuidores para evitar más gastos y obtener más ganancias?

“Bajarse” películas y música gratis de Internet es algo natural en la mentalidad de la gente. El debate sobre el control del intercambio de archivos Peer to peer (P2P) es inútil, va contra los derechos de los internautas y no habrá tregua al respecto. A nadie le conviene y ciertamente no a otros capitalistas como son los proveedores de la banda ancha que deberán renovarse técnica y profesionalmente.

Hay nuevamente un conflicto de intereses. ¿Quién da más? El costo final de la cultura en las tiendas es desproporcionado. El principio, la excusa de este asunto son los derechos de los creativos y los empleos que están en juego en la cadena de realización, producción y distribución. El fin, el motivo, son las inversiones de un puñado de adinerados que no quieren soltar prenda. El punto de quiebre ¿por qué existen las descargas ilegales? Porque es rápido, fácil, gratuito y legal, qué contradicción.

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